sábado, 23 de abril de 2016

Pérdida de pastos compromete la viabilidad de la ganadería y reduce las ayudas de la PAC en Pirineo

Una de las consecuencias de la disminución de la cabaña ganadera en muchas zonas del país es el avance de la vegetación circundante que acaba colonizando los pastos hasta que éstos desaparecen.  Un proceso  relativamente rápido, de apenas una o dos décadas, aunque al principio no es fácilmente perceptible para el visitante foráneo.

La ausencia o reducción de pastoreo provoca la sustitución de las especies adaptadas al ramoneo y abonado natural por otras especies menos apetecibles y provechosas, de modo que el pastizal pierde capacidad productiva como recurso.  Progresivamente llegan otras plantas de tipo leñoso y espinosas, la denominada matorralización, que puede impedir incluso el tránsito de los animales y personas. 

Finalmente el arbolado silvestre que rodea estos prados puede ir diseminando semillas y ocupando una porción más o menos amplia del pastizal, hasta cubrirlo completamente e integrar la parcela en el nuevo bosque.

Pero no es un proceso idéntico en todas las zonas.  En algunas el pastizal productivo y pastoreado empieza a ser colonizado directamente por algún árbol disperso, aislado, y tolerado por los rebaños y ganaderos.  

Cuando la cobertura forestal aumenta o no hay suficientes cabezas de ganado por hectárea,  el sistema informático que regula las ayudas de la PAC puede eliminar automáticamente estas zonas como zonas pastables, y por lo tanto tampoco se puede subastar su aprovechamiento, perjudicando tanto a los ganaderos como a los ayuntamientos que dejan de percibir ingresos.

España es el país europeo en el que más ha aumentado la superficie forestal en los últimos años, 33% en los últimos 25 años, y aunque en algunas zonas puede considerarse positivo para la recuperación de ecosistemas castigados secularmente por el sobrepastoreo, en otras muchas regiones supone una grave pérdida tanto para la economía y el desarrollo local, como para la conservación de la biodiversidad y los paisajes asociados a la actividad ganadera, muy valorados por el incipiente ecoagroturismo.

Además, la matorralización y el abandono humano de ciertas comarcas, aumenta el riesgo de incendios y la dificultad de controlarlos, tanto por la cantidad de materia combustible como por la homogeneidad de las formaciones y ausencia de limites o barreras que dificulten su avance, falta de caminos transitables, e incluso población local directamente interesada en su conservación y aprovechamiento.

La situación es particularmente grave en algunas provincias españolas como Teruel, Soria, Cuenca o Huesca, donde el envejecimiento poblacional y el abandono de la actividad ganadera ha dejado comarcas enteras prácticamente sin rebaños y sin habitantes dedicados directamente al trabajo en el campo, con lo que ello supone de cara al futuro sostenimiento de infraestructuras rurales y servicios.

Ante esta situación, desde el Consejo de las Cabañeras de Aragón abogamos por una gestión sostenible del territorio y los recursos, donde el mantenimiento de la cabaña ganadera, los pastos productivos y sus corredores naturales son una herramienta muy valiosa y eficaz para la conservación de la biodiversidad y la prevención de riesgos, además de fijar población activa en los núcleos rurales.

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