martes, 8 de septiembre de 2009

JESÚS GARZÓN: «La trashumancia es imprescindible para conservar la biodiversidad ibérica»


Es uno de los naturalistas españoles más reconocidos. Los estudios que realizó desde los años 60 sobre las poblaciones de águila imperial o el lince ibérico siguen siendo una referencia para los biólogos de la conservación. Tuvo un papel clave para la protección de espacios como el hoy Parque Nacional de Monfragüe. Después, fue director general de Medio Ambiente de la Junta de Extremadura. Pero lo dejó pronto. Discreto y esquivo a los focos, es más fácil encontrarle en el monte que en un despacho. Acaba de volver de Cerdeña, donde ayuda a reintroducir el buitre negro y llega para acompañar en su paso por Madrid al rebaño de ovejas que recorre España. Porque de proteger a las águilas, ha pasado a defender a los pastores. Son, afirma, la clave para mantener la biodiversidad.
PREGUNTA.- En 1993 puso en marcha un proyecto LIFE de la UE para recuperar la trashumancia y ahora la sigue defendiendo desde la Asociación Trashumancia y Naturaleza. ¿Por qué? ¿Qué hacen esas ovejas en la Cibeles?
RESPUESTA.- Se trata de defender una actividad fundamental para conservar la biodiversidad ibérica. La trashumancia es apasionante porque hablamos de una cultura que tiene 7.000 años de antigüedad y que en términos ecológicos se remonta a 20 millones de años, cuando se unen Eurasia y África y comienza un intercambio de grandes herbívoros. Desde entonces, en la Península, que es un rinconcito en el extremo de Eurasia, se refugiaron muchas de las especies que en el resto del territorio desaparecían y que nos han dejado una riqueza biológica impresionante.
P.- ¿Por qué resultó tan especial la Península?
R.- Gran parte de Europa, hasta hace 10.000 años, estaba tapada de hielo. Toda la gran fauna, la que está pintada en cuevas como Altamira, habitaba la Península. Más al norte había hielos, era el Polo. Pero como en invierno nuestras mesetas se llenaban también de hielo, estos animales bajaban al sur, a lo que ahora es Extremadura, Andalucía o Portugal. Y cuando llegaba la primavera y empezaba a secarse el sur y se retiraban las nieves y los hielos del norte, volvían a subir a las montañas. Los cazadores paleolíticos seguían a las manadas en sus migraciones y, por tanto, los caminos de estas manadas fueron los primeros que existieron en la Península. Luego, hace 7.000 años, cuando el hombre domestica los rebaños, los herbívoros manejados por el hombre mantienen esos movimientos que hacía la fauna salvaje. Todo el mundo cree que la trashumancia es una cosa medieval cuando lo que hizo Alfonso X el Sabio fue legislarla. Existía desde mucho antes.
P.- ¿Y por qué habría de ser fundamental que continuara en nuestros días?
R.- Porque estas grandes manadas moviéndose entre el sur y el norte de la Península son las que han generado nuestra enorme riqueza en biodiversidad. Todo el ecosistema está adaptado a ese movimiento. Es una cuestión de capacidad de carga de ecosistemas. Con la trashumancia, todos los rebaños abandonaban las fincas a finales de abril camino del norte. Quedaba así todo el pasto en plena floración, lo que permitía conservar la diversidad de semillas para reponer la producción del año siguiente. Además, esa hierba que quedaba sin pastar protegía los nidos de las aves que viven en el suelo y también por supuesto las crías de los conejos, las liebres, los cervatillos, los reptiles y anfibios. Si no hay cobertura vegetal, el colapso del ecosistema es evidente. Si no hay presas, toda la cadena trófica (desde el águila al lince y todos los depredadores) se extingue, y todo es debido a la falta de trashumancia.
P.- ¿Cómo llegó esa conclusión?
R.- Cuando era director general de Medio Ambiente de Extremadura me preocupé por el envejecimiento de las dehesas. Hay ejemplares magníficos de encinas y alcornoques, pero todos centenarios. Buscando la explicación de por qué hace un siglo había renuevos de encina y después no, la explicación fue el tren. Con la llegada del ferrocarril ya no hizo falta salir a final de abril, cinco o seis semanas antes para hacer el camino, sino que bastaba un día para transportar el ganado en vagones. Con lo cual, todas las dehesas quedan esquilmadas, ya que el ganado aguanta hasta mediados de junio porque si sube antes las montañas están nevadas. Esa espera de mes y medio es fatal, pues ocurre en el momento en el que todo el ecosistema estaba adaptado al movimiento de los rebaños, con todas las aves en plena nidificación, los árboles brotando...
P.- ¿Sigue ocurriendo esto?
R.- La modernidad tiene otros condicionantes gravísimos y es que el ganado no es ya que vaya en tren, es que ahora se queda en las dehesas todo el año. El tren ha desaparecido. Lo que parecía la gran supermodernidad ya no existe. Las modernidades son efímeras.
P.- ¿O sea, que el ganado tiene un papel más importante de lo que parece en la vida silvestre?
R.- El ganado es fundamental para la biodiversidad. La fauna silvestre, como las aves carroñeras, aprovechan el ganado doméstico. Además, la ganadería extensiva emplea pastos que si no se aprovechan se convierten en matorral que acaba destruyendo los pastizales y que a su vez generan incendios forestales. No hay que olvidar que la biodiversidad de pastizal ibérico es de las más altas conocidas del planeta.
P.- ¿Pese al pastoreo?
R.- No, ¡gracias al pastoreo! Puede haber 40 especies distintas de flores en un metro cuadrado de terreno, pero tan pronto se deja de pastorear esas 40 se convierten en 10, en cinco y luego en una, puesto que las plantas más pequeñas, finas y palatables son invadidas por plantas más rústicas. La ganadería extensiva, además, hace que el suelo evolucione porque incorpora hojas secas y ramitas al pisarlas y, además, lo fertiliza con su estiércol. Tenemos una máquina gratuita y magnífica de limpiar, desbrozar y fertilizar suelos erosionados.
P.- ¿Y cuando el ganado se desplaza qué efecto produce?
R.- Por ejemplo, mueve semillas. Un rebaño de 1.500 ovejas y 150 cabras, desde Extremadura a Picos de Europa, transporta unas 4.500 semillas por cabeza y día, según un estudio realizado por la Universidad Autónoma. En un momento de cambio climático en el que muchas plantas van a desaparecer, cada planta transportada va a encontrar un nuevo nicho donde sobrevivir, teniendo en cuenta que los rebaños se mueven en un gradiente de latitud y altura amplísimo. Además, la trashumancia es imprescindible para conservar la Red Natura 2000, porque relaciona esos ecosistemas protegidos por la UE, creando unos corredores ecológicos, como son las cañadas, que tienen 125.000 kilómetros de longitud que, si no hay ganado, no valen para nada.
P.- ¿Y en qué estado se encuentra esa red?
R.- Tenemos la ley de 1995 que protege las vías pecuarias, que hay que deslindar y acondicionar, pero que es una ley muy conservacionista. El tema está en los problemas que estamos teniendo los trashumantes con las comunidades autónomas, la falta de permisos, los trámites veterinarios y las diferentes legislaciones que obligan en ocasiones a hacer las cosas dos veces. Los ganaderos trashumantes, que somos los indígenas ibéricos, los primeros pobladores de la Península, estamos considerados ahora como ilegales, sin papeles, expatriados. Y esto es todo fácil de corregir pero tenemos que dar el salto cualitativo para conseguirlo.
P.- ¿Hay viabilidad económica para la trashumancia?
R.- Lo mejor que puede decirse de la ganadería extensiva y la trashumancia es que es sostenible. Toda la ganadería aparentemente magnífica de la Europa occidental depende en un 80% o un 90 % de las exportaciones del tercer mundo, en forma de energía, piensos baratos de harina de pescado o granos obtenidos esquilmando los recursos. España debe jugar un papel fundamental cambiando de filosofía y siendo un ejemplo de desarrollo sostenible, cosa que tenemos perfectamente al alcance siempre que la mediocridad de nuestros políticos y técnicos no lo impida.

Jesús Garzón es Presidente de la asociación Naturaleza y Trashumancia, y miembro fundador del Consejo de las Cabañeras de Aragón.

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